Antecedentes
Los franciscanos y su espíritu tiene vieja raigambre en Llíria.
El 5 de marzo de 1428, el Papa Martín V eleva a la dignidad episcopal a Fray Guillermo de Monravá, franciscano lliriano.
Fue Fray Guillermo Obispo electo de Galtelli, cuando la isla pertenecía a la Corona de Aragón. Es el primero y tal vez el único Obispo que ha tenido Llíria, que bien mereciera un estudio particular para conocimiento y honor de sus paisanos.
Debió de gozar Fray Guillermo las simpatías del rey de Aragón don Martín, puesto que en 1408 lo recomienda al Papa para graduarse en Teología, que ha estudiado en Florencia, Pisa, Mesina y en la misma Curia romana.
Entre los años 1413 al 1428 residió Fray Guillermo de Monravá en los conventos de San Onofre de Xàtiva y en el de San Francisco de Valencia. Coincide que en este tiempo se gestiona una fundación franciscana en Llíria -¡Quién sabe si por influencia de éste nuestro paisano!-, que no se llevó a efecto.
El año 1414, el Papa Benedicto XIII, a instancias de la comunidad de Santo Espíritu del Monte, expidió la Bula «Sacra religionis observancia», dirigida al Obispo de Valencia, en los siguientes términos: «Con nuestra autoridad, concedemos licencia para fundarse, construirse y edificarse sin perjuicio ajeno, dentro del término o territorio de esta villa de Llíria, en lugar conveniente y honroso, un eremitorio u oratorio con iglesia, campanil, campana, claustro, cementerio y demás oficinas para uso de los mismos… y en la villa de Llíria y en los lugares circunvecinos, puedan pedir limosnas y hacer cuestación, además, en los tiempos de las mieses y vendimias de trigo y vino».
El vizconde de Chelva don Pedro Ladrón de Vilanova, dueño de Chelva y secretario del rey de Aragón, no vio con muy buenos ojos esta fundación, por el riesgo de la merma de las limosnas para el convento franciscano de Chelva. De hecho no llegaron los franciscanos a Llíria hasta cien años después.
Florecían en el reino de Valencia dos familias franciscanas. La Provincia Observante de San Francisco, desglosada de la de Aragón en 1559, y la Provincia Descalza o Alcantarilla de San Juan Bautista, con autonomía también desde 1559.
En 1562 la villa de Llíria solicitó al entonces Provincial de los Franciscanos Observantes, Fray José Vicent, la fundación de una casa con el nombre de «Nuestra Señora de la Fuente», en el lugar donde San Vicente Ferrer hizo brotar un manantial de agua, hacía más de doscientos años. Pero lo insalubre del lugar y el alejamiento de la población hizo que sólo permanecieran allí los observantes unos nueve años. La perseverancia de los Híñanos en el deseo del ejemplo de los franciscanos, hizo que, tres años después, en 1574, llegarán los Descalzos o Alcantarinos de la Provincia de San Juan Bautista de Valencia. Tomó posesión de la casa, en el mismo lugar, ahora con el nombre de «Nuestra Señora de los Ángeles», el Custodio de la Provincia Fray Francisco Ximénez. Tampoco fue muy prolongada la permanencia de los alcantarinos en este lugar, pues en 1582 eran sustitui-dos por los Trinitarios calzados.
Fundación definitiva e influjo de los franciscanos en la piedad del pueblo
A pesar de estas efímeras y frustradas fundaciones, el pueblo de Llíria reclama a los franciscanos y el Consejo General del 27 de abril de 1603 toma los siguientes acuerdos: «Fue propuesta la fundación de un convento de la orden descalza del Padre San Francisco, en esta Villa de Llíria atento a la necesidad que había, por falta de pasto espiritual, se concedió el permiso y deliberó la fundación, acordándose en ella que, a expensas de la villa se comprometiese a comprar un patio que había en el mismo sitio donde hoy se halla fabricado dicho convento, dando poderes para ello, con las facultades necesarias, al Consejo ordinario».
La Crónica oficial de la Orden dice: » El mismo año de 1603, se tomó posesión oficial del convento de nuestro Padre San Francisco de Llíria por Fray Juan Ximénez con especial comisión para ello del provincial Fray Jerónimo Planes y licencia del comisario general Padre González de Mendoza, y del Excelentísimo Don Juan de Ribera, Patriarca, Arzobispo y Virrey de Valencia».
Día, pues, glorioso para Llíria el 11 de mayo de 1603. Se traslada el Santísimo Sacramento desde la Iglesia de La Sangre hasta la nueva capilla conventual de San Francisco. Recorrió todo el pueblo hasta llegar al arrabal, donde se ubicaba el nuevo convento.
Afortunadamente se conserva la iglesia del convento que, con las naturales transformaciones del correr de los tiempos, mantiene sus características fundamentales. Queremos destacar que el crucero izquierdo estaba presidido por la imagen de la Purísima, Patrona de la Orden, acompañada por dos franciscanos, los grandes defensores del dogma de la Inmaculada: el Beato Juan Duns Escoto, doctor Sutil, y San Buenaventura, doctor Seráfico. Tal vez sea la parte que ha sufrido más mutación.
Es importante destacar los rasgos principales de los cuatro fundadores del convento franciscano de Llíria, por su singular personalidad, por su demostrada devoción a la Inmaculada Concepción y por la influencia que debieron ejercer en el pueblo en lo que a esta devoción se refiere.
Venerable Padre Antonio Sobrino. En su juventud sirvió a Felipe II, en su Secretaría de Cámara.
Huyendo de los honores de la Corte de Castilla pidió ser admitido en la Provincia de San Juan Bautista de Valencia, en la que ostentó varios cargos y encomiendas de responsabilidad. Fue devotísimo de la Inmaculada Concepción, en cuya defensa escribió dos obras y consiguió que Felipe III enviase a Roma una embajada con el fin de conseguir la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María. Escritor místico y director de almas de vuelos místicos.
Venerable Padre Juan Ximénez. Estudió en la Universidad de Valencia. Muy estimado por las altas esferas de la sociedad, particularmente por el Patriarca, hoy, San Juan de Ribera, que solicitaban con frecuencia su don de consejo, y le encomendaron varios asuntos en Roma, entre ellos la defensa del dogma de la Inmaculada. Tuvo una inmensa actividad y se publicaron varias obras suyas.
Venerable Padre Antonio de San José Andreu. Catedrático de Artes y de Teología en la Universidad de Valencia, durante veinte años. Fue solicitado predicador. Escribió una Salutación en forma de Ave María y otras muchas obras, consideradas como muy sabias y doctas, aunque la mayoría quedaron inéditas.
Venerable Padre Jerónimo Planes. Fue de los religiosos más sabios y santos de su tiempo. La Provincia Descalza le confió los cargos de Lector de Altes y de Teología. Definidor, Guardián de las casas más importantes. Dos veces Ministro Provincial y Vicario General de todas las Provincias Descalzas de España y de todas las Indias, publicó muchas obras y algunos de los sermones que predicó.
Como dato común a los cuatro resaltamos el título de Venerables. Quiere decir que se incoó su proceso de canonización y que estuvo muy adelantado, lo que habla de su grado de santidad.
Con estos religiosos, que son el fundamento de la fundación franciscana de Llíria, y otros de semejante rango y dignidad, el convento de San Francisco de Llíria fue creciendo en importancia y prestigio, al correr de los años. El año 1622 ya tiene el rango de «Guardianía» lo que implica un número de frailes y unos requisitos especiales para la vida comunitaria canónica. En sus claustros se imparten clases de Gramática, de Artes, de Filo-sofía y de Teología. Entre los trienios 1780-83 y 1783-86 fueron moradores del convento de Llíria 94 religiosos: 42 sacerdotes, 24 estudiantes de Filosofía, 17 Hermanos no clérigos, 5 Hermanos donados y 6 Hermanos pretendientes.
Vida tan floreciente, con tantos frutos de ciencia y santidad, fue segada por la infausta exclaustración de Mendizábal de 1835, en que los franciscanos se vieron forzados a abandonar su amado convento de Llíria, y Llíria ya no gozará más, hasta nuestros días, de la presencia de los franciscanos, aunque no se hayan dejado de hacer intentos para conseguirlo.
Fervor Inmaculista, Cofradía de la Purísima y Congregación de doncellas de la Purísima Concepción
La devoción a la Inmaculada Concepción estaba muy enraizada en el pueblo cristiano con muchos años de antelación a la declaración dogmática de este admirable misterio de María la madre de Jesús, en 1854.
Ya desde San Francisco mismo, los franciscanos celebran todos los sábados, con solemnidad, la misa de la Inmaculada, con ornamentos azules. De tal manera defienden este sagrado misterio que llegan a formar «Escuela, capitaneados principalmente por el Doctor Sutil Juan Duns Escoto, y la tienen como especial abogada y patrona de toda la Orden.
Su voz se deja sentir en las más prestigiosas universidades de Europa. La de Valencia se destaca jurando el Voto Inmaculista promulgado por Felipe IV.
En España, los pueblos pujan por la devoción a la Purísima. Carlos I difundió el culto a la Inmaculada e impulsó la fundación de Cofradías de la Inmaculada en todo el territorio nacional. Carlos III proclamó a la Inmaculada Patrona de España y de las Indias, en 1761.
Todos estos eslabones están fuerte y armoniosamente enlazados en Llíria. Recordemos que desde la fundación del convento de San Francisco, en el Raval, ya en su iglesia campea la imagen de María Inmaculada, con sus adalides defensores San Buenaventura y el Beato Juan Duns Escoto. Que sus fundadores son devotos, defensores y predicadores de la Inmaculada Concepción, y profesores de la Universidad de Valencia y de otros centros de enseñanza superior.
Han pasado 61 años entre la llegada de los franciscanos a Llíria y la fundación, en la villa, de la Cofradía de la Purísima (1665), mediando esos años de fervor inmaculista. ¿Será mucho presumir la influencia de los franciscanos en esta fundación?. Hay constancia documental de que frecuentemente ocupan los franciscanos la sagrada cátedra en las fiestas anuales de la Cofradía de la Purísima. Tal es el caso, entre otros, de los padres Joaquín Escuder y Antonio Andrés, ambos preclaros hijos de Llíria y varones ilustres de la Orden Franciscana.
Es tanto el fervor y el entusiasmo de los llirianos hacia la Inmaculada Concepción que, radicando la «Cofradía de la Purísima» en la Iglesia-Parroquia Madre, y no pudien- do haber más que una Cofradía de la Purísima en cada pueblo, fundan en San Francisco la Congregación de Doncellas de la Purísima Concepción, en 1736, compuesta exclusivamente por doncellas, así como la Cofradía estaba compuesta solamente por hombres. Todo el pueblo devoto de Llíria, hombres y mujeres, de una manera o de otra, se sienten bajo la protección amorosa de María, en el misterio de su Inmaculada Concepción.
La «Congregación de Doncellas de la Purísima Concepción» alcanza tanta pujanza que precisa de unas normas de gobierno, para su feliz desarrollo, para lo que se redactan unos Estatutos propios que firman, el 11 de enero de 1738, los padres Fray Francisco Soler, Guardián del Convento, Fray Francisco García, Predicador Conventual y Fray Vicente Ortí, Discreto. Celebra su fiesta anual a la Purísima el segundo domingo de agosto, y goza de privilegios e indulgencias de los sumos Pontífices, que se extienden incluso a los hombres que visitaron la capilla de la Purísima del convento de San Francisco, y que el Papa Pío VI las amplía a tiempo ilimitado.
De Congregación de doncellas de la Purísima a la Corte de María
Durante el siglo XIX la «Congregación de Doncellas de la Purísima Concepción» cambió de nombre y se transforma en la actual Archicofradía de la Corte de María. ¿Por qué este cambio?.
La primera mitad del siglo XIX fue aciaga y funesta para la órdenes religiosas, en España. Se enrarecen las relaciones entre Iglesia y Estado. A comienzos de la segunda década, los franciscanos de Llíria, como los de otros muchos pueblos, tienen que abandonar temporalmente su convento, por la invasión de los franceses (1811-1813); igualmente en el segundo período constitucional (1822-1823); y definitivamente, como hemos dicho, el año 1835, por la exclaustración de Mendizábal.
Estas ausencias temporales y la desaparición definitiva de los franciscanos de Llíria y la situación político-religiosa que vive la nación no dejaron de repercutir en las obras y asociaciones religiosas que ellos promovieron y apoyaron.
Es el caso de la «Congregación de Doncellas de la Purísima». Aunque se mantiene en su fervor y pujanza, no dejó de sufrir dificultades y problemas. Incluso alguna fricción con la «Cofradía de la Purísima» y el clero parroquial.
Uno de los compromisos que tenían las afiliadas a la «Congregación de Doncellas de la Purísima Concepción», era hacer guardia de honor, o «vela», ante la imagen de la Purísima del convento de San Francisco.
Los turnos de «vela» eran comunicados por las celadoras, con unas cédulas, que se repartían a domicilio, en las que se comunicaba la hora que correspondía a cada cual. Esta «Guardia de Honor», por extensión, vino en denominarse comitiva, séquito o «Corte de María». Esto se vio propiciado por el fomento y el respaldo que los Prelados de la iglesia dan a las Archicofradías de la Purísima y otras asociaciones marianas que pululan por toda España, particularmente por el empuje que les da la Compañía de Jesús. Así quedará definitivamente constituida la ARCHICOFRADÍA DE LA CORTE DE MARÍA que felizmente pervive hoy en la Parroquia de San Francisco de Asís de Llíria, cuyo centro espiritual sigue siendo la iglesia del antiguo convento de San Francisco.
El actual reglamento de la «Corte de María» es ya posterior a la exclaustración de los franciscanos, como se desprende de su mismo texto. En su primer capítulo, al señalar el objeto de la «Corte de María», dice: «La piadosa asociación de la Corte de María canónicamente establecida en la iglesia del ex-convento de San Francisco de Lliria, tiene por fin y objeto el culto y visita a la Santísima Virgen en el misterio de su Purísima Concep-ción».
Aunque exclaustrados, quedaron en Llíria algunos franciscanos, adscritos al clero parroquial, dejando su impronta en el pueblo. Entre otros varios, resaltamos la figura indiscutible del padre Fray Antonio Albarracín Enguídanos, conocido como «El Pare Antoni», franciscano hijo de Llíria, quien quedó encargado de la Tercera Orden Franciscana -quién sabe si también de la Corte de María- y autor de la gran actividad y afición musical de esta ciudad, ya que se le atribuye la fundación de la
«Música Vieja» hoy, Banda Primitiva.
Fue visitador de la Tercera Orden Franciscana Seglar, cargo éste que desempeñó al menos durante veinticinco años, o sea desde 1847, fecha en la que se integra en el clero local, hasta su muerte en 1871 a los 65 años.
El siglo XX
No pudo tener mejor comienzo para Llíria el siglo XX. Aquel año de 1900, el Ayuntamiento se disponía a celebrar, por todo lo alto el Quinto Centenario de la Fundación del Real Monasterio de San Miguel. La Archicofradía de la Corte de María fue invitada a unir sus fiestas a las del centenario del Monasterio, tomando parte activa en la gran cabalgata que se había proyectado realizar.
Esto dio ocasión a un hecho singular. Lo hemos oído contar, una y otra vez, a nuestros mayores. La imagen de la Purísima de la «Corte de María» era tan esbelta y su anda tan majestuosa, que cada vez que salía de la iglesia para las procesiones había que quitarle la corona a la Virgen, porque no cabía por la puerta de la iglesia del ex-conven- to, luego ya en la calle se procedía a colocar de nuevo la corona sobre la cabeza de la ima-gen, repitiendo la misma operación, al llegar otra vez a la iglesia, aunque a la inversa. Y esto, un año y otro año.
Acto tan anómalo, simbólica y sentimentalmente humillante, rompía el corazón de sus «cortesanos», pero como siempre, volvió el espíritu franciscano y con tesón «rava- lero» se consiguió ampliar la puerta de la iglesia del antiguo convento de San Francisco, para que nuestra Madre y Reina saliera y entrara en su Casa como toda reina lo debe hacer: CORONADA.
Pero no todo estaba hecho. Quienes regían los destinos de la «Corte de María», acariciaban un ambicioso y costosísimo proyecto. Se trataba, ni más ni menos, de construir una amplia y hermosa Capilla, que hiciera las veces de relicario de las maravillas hasta entonces realizadas.
Naturalmente, la actividad cortesana no se limitaba únicamente a la celebración de las fiestas, aunque entonces como ahora, fuera lo más sobresaliente por sus costes y participación, como por la grandiosidad de los actos. Esto era y es el colofón o eclosión final de todo lo que durante el año, día a día, en silencio y ante el Altar de la Purísima se iba y se va gestando.
Era el año 1922. Todo estaba dispuesto para comenzar ese gran proyecto de construcción de una espaciosa Capilla para la Purísima. El «Raval» entero, consciente de la magnitud de la obra, se preparaba para contribuir a la misma, de acuerdo con las posibilidades de cada uno. El proyecto se convierte en realidad, poniendo manos a la obra. Y ¿quién mejor para realizar esta obra en la antigua iglesia del ex-convento franciscano, que un franciscano mismo?. Se llama Fray Maseo Company Alfonso y es natural de Moneada. Se ha ganado la fama de buen maestro constructor en las numerosas obras que va dejando en la región: conventos, iglesias y edificios de importancia.
Piensa en él la Junta Directiva y le encomienda la obra, que pasados algunos años y vencidas no pocas dificultades, se vio felizmente terminada.
Llegó septiembre de 1924. Se derribó el grueso muro que separaba la nueva obra del primitivo templo y, con ello, aquel altar del crucero izquierdo en el que durante tantos lustros se veneró a la Purísima, dando acceso a una amplia y luminosa Capilla, santuario y trono de la Purísima de la Archicofradía de la Corte de María, que quedaba incorporada al resto de lo que años atrás era la iglesia conventual de los Padres Franciscanos.
Resurgimiento
Se han sufrido las consecuencias de una cruel guerra civil (1936-1939). La iglesia de San Francisco y la Capilla de la Purísima fueron profanadas. La «Corte de María» quedó disuelta y perdido todo su patrimonio. Al igual que el Ave Fénix, surge sola de sus cenizas y consigue reorganizarse, poco a poco, el templo y la capilla fueron recuperando su fisonomía y se reanuda el culto.
Aunque sabemos que se celebraron actos marianos y se llevaron a cabo algunas fiestas, no tenemos constancia de ello hasta el año 1948 en el que el 1 de febrero, se reanuda al Libro de Actas de la Archicofradía.
Una de las grandes mermas de la nación, en los años de postguerra, es la falta de clero, lo que se sufre sensiblemente en las actividades apostólicas y en el desenvolvimiento de las asociaciones piadosas. No fue ajena a esta situación la Iglesia de San Francisco y la Archicofradía de la Corte de María de Llíria, por más empeño que ponga la Junta Directiva en su organización. Un hecho providencial y largamente anhelado vino a resolver brillantemente la situación.
La Parroquia de San Francisco de Asís
En el ánimo de todos está, particularmente entre los habitantes del Raval, que dado el número de habitantes que ya tiene Llíria y en el enclave de la Iglesia del ex-convento de San Francisco, bien se podría pensar en la erección de una nueva parroquia.
Pasan los años y en una Visita pastoral de enero de 1952, aparece un documento, con el día en blanco, avalado por varios firmantes, en el que se expone y suplica razonadamente la conveniencia y necesidad de erigir una nueva parroquia, con centro espiritual y cultural en la iglesia de San Francisco y con este nombre.
Felizmente los deseos y súplicas de pueblo y Junta Directiva alcanzaron cumplida realidad. Por decreto del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Valencia Don Marcelino Olaechea, de 29 de diciembre de 1953, quedaba canónicamente erigida la PARROQUIA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS DE LLIRIA, tomando posesión de la misma el primer Cura Ecónomo D. Julio Alcaraz Domínguez (1), el día 19 de febrero de 1954, con la solemnidad que requería el hecho y el gozo desbordante de su feligresía.
Como es natural, no pudo tener mejor comienzo aquel año 1954. A la solemnidad de Centenario de la declaración de Dogma de Fe de la Inmaculada Concepción, se unía la alegría de una nueva comunidad parroquial, envuelta en el ambiente de mía arraigada devoción mariana-inmaculista.
Ese mismo año propuso la presidencia que el mejor homenaje de la Archicofradía de la Corte de María a su Purísima, en el Año Mariano, sería hacer algo que perdurase a través de los años, y para ello nada mejor que remozar y decorar su Capilla. La propuesta fue acogida con sumo entusiasmo y se tomó el acuerdo unánime de llevarla a cabo, con la sola condición de que todo estuviera dispuesto para su inauguración el día de la fiesta.