No fue un día cualquiera. La festividad de la Inmaculada Concepción de 2020, pasará a la historia de nuestra Archicofradía por su singularidad, sus restricciones, sus sentimientos enfrentados. Alegría, por poder celebrar. Pena por hacerlo con limitaciones. Es cierto que la pandemia nos limita, pero no nos limita la devoción, el amor, el agradecimiento.
A todos nos asistió un sentimiento de tristeza al ver como un día tan esperado y tan celebrado año tras año, nos dejaba una sensación de vacío. Sin abrazos, sin besos, sin estrechar las manos. La mascarilla como protagonista. Parecía igual, pero no era lo mismo.
Sin embargo, frente a este sentimiento, hay algo indestructible: el amor por la PURÍSIMA. En situaciones como la actual, con las dificultades que vivimos, es cuando mayor se hace presente la figura de la Virgen. Su compañía nos ampara. Su cercanía nos consuela. Por eso, aunque parezca contradictorio, es momento también de celebrar. Celebrar que estamos unidos en torno a la vida.
Sin olvidar y con el afectuoso recuerdo, a quienes han sufrido de cerca la enfermedad. Mostrando hacia ellos todo nuestra cercanía y afecto.
Con el respeto máximo de todos los asistentes a las medidas impuestas por el protocolo COVID, fue una semana muy especial. De recogimiento frente al altar. Si cabe con mayor silencio que en otras ocasiones. La novena con la participación de todos los grupos parroquiales durante toda la semana y las tres misas mayores que excepcionalmente celebramos este año. En todas ellas, con una presencia más que notable en el altar mayor de la Parroquia.
Nuestro más sentido agradecimiento a nuestro párroco, Don Rafael Fernández. Por su entrega y disposición siempre ante cualquier adversidad. A nuestro buen amigo, D. Agustín Alcayde, Vicario Episcopal que cada año nos honra con su presencia. A los reverendos D. Miguel Comes, D. Joaquín Sarrión y D. Ricardo Estrems, arcipreste de San Vicente Ferrer y párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Ribarroja, por su celebración con nosotros.
Y el agradecimiento a todos los que acudieron y con su respeto a las normas establecidas por la COVID-19, han hecho que todo fuera más sencillo para la organización.
Sigamos pues, celebrando. Celebrando la vida. Siendo prudentes y respetuosos con los demás. Y no olvidemos, cada día, la presencia de nuestra Madre Purísima. Ojalá pronto podamos celebrar juntos. Mientras tanto, los mayores y mejores deseos de salud, ánimo y fortaleza para todos y todas.